Del Vapor a los Algoritmos: La Globalización en el Espejo de la Desigualdad
El crecimiento económico a largo plazo ha sido, desde los albores de la revolución industrial, uno de los motores principales de las transformaciones sociales y económicas más profundas. Sin embargo, este crecimiento no ha sido homogéneo ni ha distribuido sus beneficios de manera equitativa. A medida que las sociedades han avanzado en tecnología, comercio y globalización, también han visto cómo la desigualdad se convierte en una característica recurrente de su desarrollo. Este es el eje central de los análisis de autores como Acemoglu y Robinson, Banerjee y Duflo, Collier, Easterly, Milanovic y Sachs, quienes abordan los complejos efectos de la globalización, la convergencia y el bienestar en la humanidad.
En su influyente obra, Why Nations Fail, Acemoglu y Robinson argumentan que las instituciones inclusivas son esenciales para un crecimiento sostenido y equitativo. Según su tesis, los países que han logrado instituciones políticas y económicas inclusivas han experimentado mayores niveles de desarrollo y bienestar. Por otro lado, aquellas sociedades con instituciones extractivas han perpetuado ciclos de pobreza y desigualdad. La historia de la globalización, vista a través de esta lente, no es solo un relato de progreso económico, sino también una crónica de cómo el acceso al poder y a los recursos ha moldeado las oportunidades de las naciones.
Banerjee y Duflo, ganadores del Premio Nobel, llevan esta discusión al ámbito microeconómico. En Poor Economics, exploran cómo las políticas de desarrollo, a menudo basadas en modelos macroeconómicos simplistas, no han logrado resolver los problemas fundamentales de la pobreza. Su enfoque experimental resalta la importancia de entender las realidades locales y culturales al diseñar intervenciones económicas. Este microenfoque complementa las visiones más estructurales de otros autores y demuestra que las soluciones deben ser tan diversas como los problemas que enfrentan las comunidades.
La desigualdad, una constante en el análisis de crecimiento, ha sido objeto de estudios detallados por autores como Branko Milanovic. En su célebre “Curva del Elefante”, Milanovic ofrece una representación gráfica de cómo la globalización ha beneficiado a las clases medias de países emergentes y a las élites globales, mientras que las clases medias de las economías avanzadas han visto estancados sus ingresos. Este fenómeno no solo refleja una distribución desigual del crecimiento, sino que también subraya las tensiones políticas y sociales que han emergido en el siglo XXI.
Por otro lado, el informe de 2017 del World Inequality Lab profundiza en cómo la desigualdad ha evolucionado desde el siglo XIX hasta hoy. Este documento conecta los puntos entre las revoluciones industriales y la expansión global de los mercados. Según el informe, mientras que la globalización ha reducido las disparidades entre países, ha exacerbado las desigualdades dentro de ellos. Esto plantea preguntas fundamentales sobre el papel de las políticas públicas en un mundo interconectado, donde los flujos de capital y tecnología pueden concentrarse en manos de unos pocos.
En el caso del África subsahariana, el informe de La Caixa (2008) revela cómo la región sigue siendo una de las más afectadas por las dinámicas globales de desigualdad. A pesar de sus vastos recursos naturales y potencial humano, la falta de infraestructura, instituciones inclusivas y acceso a mercados globales ha perpetuado el subdesarrollo. Los estudios de Collier en The Bottom Billion también enfatizan cómo los conflictos internos, la corrupción y la dependencia de recursos han frenado el crecimiento en esta región.
El análisis histórico de Williamson en El desarrollo económico mundial en perspectiva histórica nos recuerda que estas dinámicas no son nuevas. Desde las primeras revoluciones industriales hasta las transformaciones del siglo XXI, la globalización ha sido una fuerza de doble filo: ha abierto mercados y creado riqueza, pero también ha dejado profundas huellas de desigualdad y exclusión.
Finalmente, los estudios de Alfani sobre la desigualdad en tiempos preindustriales ofrecen una perspectiva invaluable sobre cómo las disparidades económicas no son exclusivas de la modernidad. Europa, por ejemplo, ya mostraba patrones significativos de desigualdad mucho antes de las revoluciones industriales. Este análisis histórico nos ayuda a entender que la desigualdad no es una consecuencia inevitable del progreso, sino una cuestión de diseño económico y político.
En síntesis, el crecimiento económico a largo plazo es una historia de oportunidades y desafíos. Si bien ha elevado a millones de personas de la pobreza y transformado sociedades, también ha perpetuado desigualdades estructurales que siguen siendo un obstáculo para el bienestar global. Las lecciones de estos autores y estudios subrayan la necesidad de un enfoque más equitativo, donde el crecimiento no solo sea medido en términos de PIB, sino también en términos de inclusión y justicia social.
No sabía esto, me ha servido de gran ayuda
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